Capítulo 14.- Él era mi amigo.
Jones se encuentra, como es costumbre, atendiendo el Watchtower, cuidando y manteniendo el orden desde la barra. Sin embargo resiente el haber trabajado los últimos turnos de corrido, sin que Lon hubiese ido a asistirle.
-- Era de esperarse, solo espero que esté con su encomienda y no en coma como un vil drogadicto – dice el viejo cantinero con una mueca mordaz en su rostro mientras seca unos cuantos tarros recién lavados.— Si aun hubiera una cárcel no dudo que ya lo hubieran encerrado, y él también lo cree, de lo contrario, no viviría en las ruinas de la vieja prisión.
Inmerso en esa rutina de servir tragos, secar tarros, intimidar borrachos y maldecir –cariñosamente- a su empleado, continúa indefinidamente gozando de su tiempo tranquilo, como una suerte de retiro. Poco se sabe de ese hombre antes de la inauguración de su bar, nadie recuerda haberlo visto antes. Sencillamente un buen día apareció con una aparente fortuna tan misteriosa como su persona, compró el local donde estaba el desaparecido “Memphis Blues” y él solo se encargó de desaparecer a todos los malvivientes y pandilleros que se habían adueñado a la mala del inmueble. Tan solo por haber habilitado de nuevo la finca, los anteriores dueños querían regalársela al extraño, pero él insistió en que era lo justo que recibieran el valor de ese predio como contraprestación. Durante las siguientes semanas trabajó en la reconstrucción del lugar incansablemente. La gente estaba tan agradecida con él por haberlos librado de la amenaza que representaban aquellos vagos, que gustosos acudieron a ayudarlo siempre que tenían oportunidad. De ésa forma fue que se levantó el Watchtower, lugar que de inmediato fue acogido por los lugareños como propio. Todos respetaban mucho a Jones y si había algún borracho insolente que se atreviera a contradecir a Tinman Jones, sin duda no pertenecía al Sector 18. Aun así, Jones conservaba las habilidades para lidiar con gente necia, tal y como lo hizo años antes al abrir su bar.
Y así, en esa secuencia de servir, lavar, secar, platicar y maldecir, siempre tenía un ojo atento las puertas de madera de su “Saloon” para vigilar quién entraba y quien salía. Los mismos ojos que no pudo evitar abrir con sorpresa cuando vio entrar a Azul.
Ella no deja de mirar el lugar, era la primera ocasión que entraba allí. Con cuidado, pero con su mirada de desprecio, se aproxima hasta la barra.
-- El se sienta en este banco de aquí – Dice Jones.
-- ¿Perdón? – responde ella aun sin adaptarse
-- Él se sienta en este banco de aquí, por si acaso quieres ocupar el mismo lugar para sentirte cerca de él. – Y de nuevo pone su expresión mordaz en el rostro.
-- Supongo, por esa sonrisa de gato enfermo, que te causó mucha gracia decir semejante sandez.
-- ¿Qué te sirvo? Princesa.
--Una cerveza… en ese tarro que estás secando—dice ella con ese aire de superioridad
-- Un cliente con tuberculosis escupió aquí… ¿Segura que no quieres usar el de Lon? Ese siempre lo guardo aparte.
-- Como sea
Jones le entrega el tarro espumoso y murmura una risa que termina en tos seca.
-- ¿A que debo la visita? Creo que tú eres más de ese otro lugar… ¿Cómo se llama?
-- El North Country
-- Eso… una chica del North Country. Allá no sirven cerveza, tal vez se te suba si es la primera vez.
-- Ya la he bebido, con Lon y los demás cuando trabajaba en las minas. En ese entonces era una persona de bien.
-- Tan de bien que lo dejaste por Sobjack. No lo culpo por dejar de ser una persona de bien, sería muy triste que se le fuera otra mujer por ese motivo.
-- ¿Eso le dijiste para que asesinara Cherifes?
-- Escúchame mocosa, yo no le dije nada para que asesinara a nadie – dice Jones inclinado sobre la barra intimidando y cortando el tono altanero de Azul—Además, no se le grita a un hombre en su propia cantina y mucho menos si es para delatar a un asesino anónimo… a menos claro que quieras que lo atrapen. Te diré lo mismo que le dije a él hace tiempo: No estoy dispuesto a oír historias de idealismos y corazones rotos.
-- No quiero contar historias ni tampoco quiero que lo atrapen. Por eso vine a pedirte que lo detengas
-- Nadie puede detenerlo, el hijo de puta es valiente y se está envalentonando. Eso que hace es lo primero que ha deseado de corazón desde el penoso asunto de ser Cherife y lo de la familia contigo.
--… -- Azul permanece en silencio
-- Cuando se recuperó de la soberana golpiza que le pusieron en el último duelo, lo primero que hizo fue ir a buscarte. Como también le dio sus buenos golpes a Sobjack, le quitaron el empleo y la pensión de minero. Supongo que tendría la vaga esperanza de que lo dejaras dormir en tu sillón en lo que ideaba otro plan, pero fue cuando vio a Flain salir de tu casa. Yo de hecho fui a buscarlo al hospital, pero era tarde, ya se había ido tras de ti.
-- No lo sabía, no me di cuenta de que él estuviera allí…-- responde Azul contrariada.
-- Le perdí el rastro durante unos días, hasta que una noche entró como si nada al bar. Llegó directo a la barra y se sentó en ese mismo sitio en el que estás – intercala de nuevo su mueca irónica – y sacó unas monedas de oro que no tengo ni idea de cómo consiguió. El muy vivo me miró a los ojos como una bestia herida y arisca que muerde a quien se acerque y me dijo: “Ron jamaiquino con cola” así nomás... enfatizando el “jamaiquino”
-- Pero… ¿Ya lo conocías?
-- Yo sí, pero él a mi no. Su padre me simpatizaba mucho, era un buen hombre. Por eso cuando supe que había muerto quise ponerme en contacto con Lon, pero entonces vi que estaba buscando la forma de convertirse en un Cherife y pensé que estaría bien… de hecho fui a ver el último duelo. Entonces supe que no iba a estar bien. Luego fui a buscarlo.
-- Pero no lo viste hasta que llegó aquí.
-- A su papá le gustaba mucho la lectura y hasta donde sé trató de inculcárselo a su hijo. El minerito no era tan inculto, dibujaba constelaciones con la sal sobre la barra. Yo quería hablar con él, pero si te acercas a una bestia herida corre, así que lo miré como si fuera cualquier cliente, saqué la botella y me decidí a embriagarlo, le alcanzaran o no las monedas. Le propuse un juego. Eso sirvió para romper el hielo. Me cayó bien, es agradable a su manera. Es fuerte como un caballo dañado pero con la misma voluntad de un leming para tirarse a la muerte.
-- Sí, ese es Lon – expresa junto con una pequeña risa.
-- Finalmente yo solo le di un regalo y le dije las dos verdades
-- ¿Cuáles?
-- Todo hombre tiene un arma para el momento más decisivo de su vida… y toda arma tiene un nombre de mujer. Le regalé una, bastante mejor que la de cualquier Cherife vivo. Sí puse un arma en sus manos, pero no su dedo en el gatillo… y definitivamente no le dije a quien disparar. Traté de compensarle tantas pérdidas y derrotas consecutivas, quería hacerle entender que el momento decisivo de su vida aun estaba por llegar.
-- ¿Para qué tomarse tantas molestias por el hijo de alguien más?
-- Porque su padre, bueno… él era mi amigo. En ese momento aceptó la pistola de dos cañones, pero ni siquiera la bautizó, dijo que eso sería después. Así que al final le di un trabajo y hasta hace poco, un lugar donde dormir. Su padre habría podido ser campeón del mundo… y él, tal vez sea el campeón del sol.
La formal aceptación de éste regalo de cumpleaños. Gracias.
Jones se encuentra, como es costumbre, atendiendo el Watchtower, cuidando y manteniendo el orden desde la barra. Sin embargo resiente el haber trabajado los últimos turnos de corrido, sin que Lon hubiese ido a asistirle.
-- Era de esperarse, solo espero que esté con su encomienda y no en coma como un vil drogadicto – dice el viejo cantinero con una mueca mordaz en su rostro mientras seca unos cuantos tarros recién lavados.— Si aun hubiera una cárcel no dudo que ya lo hubieran encerrado, y él también lo cree, de lo contrario, no viviría en las ruinas de la vieja prisión.
Inmerso en esa rutina de servir tragos, secar tarros, intimidar borrachos y maldecir –cariñosamente- a su empleado, continúa indefinidamente gozando de su tiempo tranquilo, como una suerte de retiro. Poco se sabe de ese hombre antes de la inauguración de su bar, nadie recuerda haberlo visto antes. Sencillamente un buen día apareció con una aparente fortuna tan misteriosa como su persona, compró el local donde estaba el desaparecido “Memphis Blues” y él solo se encargó de desaparecer a todos los malvivientes y pandilleros que se habían adueñado a la mala del inmueble. Tan solo por haber habilitado de nuevo la finca, los anteriores dueños querían regalársela al extraño, pero él insistió en que era lo justo que recibieran el valor de ese predio como contraprestación. Durante las siguientes semanas trabajó en la reconstrucción del lugar incansablemente. La gente estaba tan agradecida con él por haberlos librado de la amenaza que representaban aquellos vagos, que gustosos acudieron a ayudarlo siempre que tenían oportunidad. De ésa forma fue que se levantó el Watchtower, lugar que de inmediato fue acogido por los lugareños como propio. Todos respetaban mucho a Jones y si había algún borracho insolente que se atreviera a contradecir a Tinman Jones, sin duda no pertenecía al Sector 18. Aun así, Jones conservaba las habilidades para lidiar con gente necia, tal y como lo hizo años antes al abrir su bar.
Y así, en esa secuencia de servir, lavar, secar, platicar y maldecir, siempre tenía un ojo atento las puertas de madera de su “Saloon” para vigilar quién entraba y quien salía. Los mismos ojos que no pudo evitar abrir con sorpresa cuando vio entrar a Azul.
Ella no deja de mirar el lugar, era la primera ocasión que entraba allí. Con cuidado, pero con su mirada de desprecio, se aproxima hasta la barra.
-- El se sienta en este banco de aquí – Dice Jones.
-- ¿Perdón? – responde ella aun sin adaptarse
-- Él se sienta en este banco de aquí, por si acaso quieres ocupar el mismo lugar para sentirte cerca de él. – Y de nuevo pone su expresión mordaz en el rostro.
-- Supongo, por esa sonrisa de gato enfermo, que te causó mucha gracia decir semejante sandez.
-- ¿Qué te sirvo? Princesa.
--Una cerveza… en ese tarro que estás secando—dice ella con ese aire de superioridad
-- Un cliente con tuberculosis escupió aquí… ¿Segura que no quieres usar el de Lon? Ese siempre lo guardo aparte.
-- Como sea
Jones le entrega el tarro espumoso y murmura una risa que termina en tos seca.
-- ¿A que debo la visita? Creo que tú eres más de ese otro lugar… ¿Cómo se llama?
-- El North Country
-- Eso… una chica del North Country. Allá no sirven cerveza, tal vez se te suba si es la primera vez.
-- Ya la he bebido, con Lon y los demás cuando trabajaba en las minas. En ese entonces era una persona de bien.
-- Tan de bien que lo dejaste por Sobjack. No lo culpo por dejar de ser una persona de bien, sería muy triste que se le fuera otra mujer por ese motivo.
-- ¿Eso le dijiste para que asesinara Cherifes?
-- Escúchame mocosa, yo no le dije nada para que asesinara a nadie – dice Jones inclinado sobre la barra intimidando y cortando el tono altanero de Azul—Además, no se le grita a un hombre en su propia cantina y mucho menos si es para delatar a un asesino anónimo… a menos claro que quieras que lo atrapen. Te diré lo mismo que le dije a él hace tiempo: No estoy dispuesto a oír historias de idealismos y corazones rotos.
-- No quiero contar historias ni tampoco quiero que lo atrapen. Por eso vine a pedirte que lo detengas
-- Nadie puede detenerlo, el hijo de puta es valiente y se está envalentonando. Eso que hace es lo primero que ha deseado de corazón desde el penoso asunto de ser Cherife y lo de la familia contigo.
--… -- Azul permanece en silencio
-- Cuando se recuperó de la soberana golpiza que le pusieron en el último duelo, lo primero que hizo fue ir a buscarte. Como también le dio sus buenos golpes a Sobjack, le quitaron el empleo y la pensión de minero. Supongo que tendría la vaga esperanza de que lo dejaras dormir en tu sillón en lo que ideaba otro plan, pero fue cuando vio a Flain salir de tu casa. Yo de hecho fui a buscarlo al hospital, pero era tarde, ya se había ido tras de ti.
-- No lo sabía, no me di cuenta de que él estuviera allí…-- responde Azul contrariada.
-- Le perdí el rastro durante unos días, hasta que una noche entró como si nada al bar. Llegó directo a la barra y se sentó en ese mismo sitio en el que estás – intercala de nuevo su mueca irónica – y sacó unas monedas de oro que no tengo ni idea de cómo consiguió. El muy vivo me miró a los ojos como una bestia herida y arisca que muerde a quien se acerque y me dijo: “Ron jamaiquino con cola” así nomás... enfatizando el “jamaiquino”
-- Pero… ¿Ya lo conocías?
-- Yo sí, pero él a mi no. Su padre me simpatizaba mucho, era un buen hombre. Por eso cuando supe que había muerto quise ponerme en contacto con Lon, pero entonces vi que estaba buscando la forma de convertirse en un Cherife y pensé que estaría bien… de hecho fui a ver el último duelo. Entonces supe que no iba a estar bien. Luego fui a buscarlo.
-- Pero no lo viste hasta que llegó aquí.
-- A su papá le gustaba mucho la lectura y hasta donde sé trató de inculcárselo a su hijo. El minerito no era tan inculto, dibujaba constelaciones con la sal sobre la barra. Yo quería hablar con él, pero si te acercas a una bestia herida corre, así que lo miré como si fuera cualquier cliente, saqué la botella y me decidí a embriagarlo, le alcanzaran o no las monedas. Le propuse un juego. Eso sirvió para romper el hielo. Me cayó bien, es agradable a su manera. Es fuerte como un caballo dañado pero con la misma voluntad de un leming para tirarse a la muerte.
-- Sí, ese es Lon – expresa junto con una pequeña risa.
-- Finalmente yo solo le di un regalo y le dije las dos verdades
-- ¿Cuáles?
-- Todo hombre tiene un arma para el momento más decisivo de su vida… y toda arma tiene un nombre de mujer. Le regalé una, bastante mejor que la de cualquier Cherife vivo. Sí puse un arma en sus manos, pero no su dedo en el gatillo… y definitivamente no le dije a quien disparar. Traté de compensarle tantas pérdidas y derrotas consecutivas, quería hacerle entender que el momento decisivo de su vida aun estaba por llegar.
-- ¿Para qué tomarse tantas molestias por el hijo de alguien más?
-- Porque su padre, bueno… él era mi amigo. En ese momento aceptó la pistola de dos cañones, pero ni siquiera la bautizó, dijo que eso sería después. Así que al final le di un trabajo y hasta hace poco, un lugar donde dormir. Su padre habría podido ser campeón del mundo… y él, tal vez sea el campeón del sol.
La formal aceptación de éste regalo de cumpleaños. Gracias.
4 comentarios:
Ya se había tardado en aparecer Azul, y al fin sabemos algo más sobre Lon XD
Gracias por seguir escribiendo la historia Hun =*
Cocktail, Whisky on a Jar, Visite nuestro bar, Los pitufos, closing time de Tom Waits, Mr. Jones, North Country Blues, Girl from the North Country, old boy y Crónicas!
No mame está de mega huevos este episodio =-O
No sé porque leo esta historia pero me gusta un chingo...
Estef:
Por nada Hun, mientras tú la leas la seguiré escribiendo =* Voy a intentar hacer más maldita a Azul.
Mr:
Gracias, gracias. Hartas influencias muy variadas.
Aleko:
Lo importante es que la leas y opines. Gracias por pasar =)
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