El Buda nos enseña...

A que nos valgan verga
todas las pendejadas que nos caen re mal (recítese cantando)

La afirmación anterior es por demás inexacta (no vaya a ser que me salga algún clavado que me quiera ilustrar en esos temas) pero no cabe duda que ciertamente puede ser una consecuencia de practicar con ahínco los preceptos de tan ilustre forma de vivir.

Lo digo porque este día en especial me he topado con situaciones que en otro tiempo me habrían obligado a sacar mi ponzoña y responder ranteando contra aquellos actores principales de la chingadera que me estuviera ofendiendo. Pero no, no es momento de ponerse a perder el tiempo.

Ejemplo, en un blog cuyo autor es muy querido por el aquí firmante, se publicó un post en donde se menciona la Provincia (iba a decir la Hermosa Provincia, pero eso ya tiene implicaciones más severas y escabrosas) y como es de esperarse, el dueño del blog mostró su buen gusto y maestría al usar una palabra tan delicada como lo es precisamente “provincia”. Sin embargo, como nunca falta el negro en el arroz y el naco en el Internet, ya salió el típico imbécil que sale con su batea de babas de insinuar que toda tierra fuera del D.F. se caracteriza por tener marchantas, adelitas y patas rajadas. Consideré por un instante responder a semejante comentario, pero me habría quedado muy agresivo y generalizado y muchos de mis seres queridos son del D.F. (empezando por mi novia y siguiendo con mis entrañables amigos blogueros… o al menos yo los considero mis cuates, igual y ellos me ven como un conocidillo nomás, pero me vale madre, son mis cuates y se aguantan!) así que no tengo porqué ofender a nadie solo por un comentario desafortunado de algún monito con aires de superioridad por vivir en una ciudad que él ni construyó. Hacer entrar en razón a ese tipo de gente es como tratar de enseñar a bailar a un puerco. Nomás se hace encabronar al puerco y uno pierde el tiempo.

Otro caso es que mi jefa me confrontó directamente y me preguntó abiertamente que si tengo algún problema (no confunda, no fue con tonalidad de ser superior con intenciones de orientas, más bien es como cuando alguien mira a un borracho en un bar y el sujeto voltea y dice: “tienes algún problema amigo?”) y uno es consciente de que el expresar el citado problema no llevará a su solución, sino a su suspensión (léase: estás despedido) y yo solo respondí: “no”.

Y ya ni que decir del chiqui-papi, el jarrito, origay y demás co workers por demás nefastos que son fuente inagotable de chingaderas para producir bilis las 24 horas del día (y además toda la noche). No, ya no me desgastaré deseándoles el mal… solo me encantaría tenerlos a todos amarrados entre sí de la cintura al borde un barranco y tirar al más gordo para ver cómo todos los demás intentan desesperadamente salvar sus patéticas y miserables vidas mientras yo me río de su desdicha… ¿Qué? Tampoco esperaban que me volviera la pura benevolencia de la noche a la mañana ¿O si?