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12.6.09

Desde el Cielo cayó un pinche gato…

Era de unos nacos, era de unos nacos, era de unos nacos del depto 5 (con melodía de la guadalupana)

Encontrábase el Dan††e como tu mujeeeeeeeeeeer un plácido ser de la creación con la conciencia tranquila durmiendo profundamente antes de un agotador día de trabajo en este H. Recinto que me llena de satisfacciones y logros profesionales (léase lo de H. Recinto con un desdeñoso sarcasmo) cuando de repente se escucha un señor chingadazo en la ventana de mi habitación, seguido de unos arañazos fuertes, severos y muy sonoros. Entonces, en rápidos movimientos su servidor trataba de salir del sopor del sueño mientras buscaba algún objeto contundente y el teléfono para llamar al H. Cuerpo Policial (repita el desdeñoso sarcasmo) pero entonces me di cuenta de que no se trataba de un fulano, sino de un estúpido cuadrúpedo pulguiento que comenzó a decir: “miau miau”.

Total que entonces mi mente se expresó claramente y dijo: “¡Veeeeeeeeer… tha en bici! ¡¿Y ora?! ¿Qué pex con este pinche gato?” Y después de tan profundo y conmovedor pensamiento vinieron todas las consideraciones pertinentes al caso:

Parece que al fin tengo gato… ¿será negrito? (Siempre he querido un gato negro negro nego hasta las patitas para ponerle un nombre bien darketo y farolear con el pobre animal baboso)” a lo que procedió la acción de asomarme al patio… y ¡pta madre! ¡era blanco! Entonces fue cuando se dio el contacto visual:

Gato mira a Dan††e como diciendo: haz algo
Dan††e mira a gato como diciendo: pinche gato pendejo.

En este momento usted dirá: como te haces el interesante wey, pos déjalo que se salga así como se metió. El quid es que yo vivo en un edificio de departamentos y mi lair está en la planta baja, así que ya se imaginará de qué calibre están las paredes como para que el gato ¡suba Pelayo suba! Y también ya se imaginará el calibre del madrax que se pegó el tarado animal.

Siguiente consideración: “¿le sirvo lechita?” y me respondí. “ándale we, para que después de que lo saques lo tengas aquí cada tercer día para comer de grapas

Pero para esto, no crea que el infeliz félido estaba quieto y ecuánime. No, el zonzo estaba queriendo trepar por la herrería de mi ventana, consiguiendo solo darse de topes contra mi vidrio y quedando por lo tanto cada vez más imbécil para cada intento posterior.

Entonces consideré: “le llamo a mi amiga veterinaria para que se lo lleve al fin que ya son las¡2:40 am! ¡Méndigo gato!” y yo quería agarrarlo y sacarlo, pero pos vaya usté a saber que bichos, viruses (plural de virus) y demás pueda tener un pinche felino que no he visto más que una vez en mi vida. Y además para acabarla de retiznar, como bien recordará si es usted lector asiduo de este enriquecedor y cultural blog, hoy no regreso a mi casa, me voy de viaje fuera de la ciudad. Entonces todo pintaba para que cuando regresara tuviera ya un cadáver de gato en mi patio.

Y mientras resonaba en mi cabeza la chillona voz de Fey cantando burlona: “gatos en el balcón patio” ya estaba yo ideando un plan para meter el vertebrado poco inteligente en el bote de la basura para luego irlo a vaciar en la calle del frente. Para ese punto el animenso se había cansado y ya solo estaba sentado diciendo: “miau… miauuuuuuu… miaaaaaaaaauuuuuuuuuu” (bien emo el pinche gato). Y en respuesta a los lamentos (del gato) y las mentadas (de madre del pinche felino de mi parte) sonó una voz plañidera y lastimosa que decía: “Nina, ¿qué haces ahí? ¿Qué te pasó?”

La clamorosa voz venía del departamento de arriba, en donde habitan unos escuincles (universitarios) que me tienen pavor (el motivo del pavor lo platicaré en otra entrada) así que es obvio que ya daban por perdido al animal. De plano hasta escuché que la tipa le decía al tipo: “¿pero cómo te vas a brincar por ella? van a creer que eres un ratero”. Entonces mi paciencia, que tiene un límite bastante bajo, se agotó, lo que me hizo vestirme y gritarles: “¡Ay angustias, deja de hacerle al McGyver sin navaja y ven por tu pinche gato!”

Y así fue, bajó el fulano, tomó a Nina y se fue. Yo perdí dos horas de valioso sueño, sin mencionar la continuidad en mi descanso y aquí ando, todo madreado posteando esto. Solo me queda cerrar con una profunda reflexión: ¿Quién chingados le pone “Nina” a su gata? ¿Acaso es para decirle: “ven mi Nina”? pft!.

Ok, ese cierre estuvo muy flojo, pero no le tomé foto al gato y si pongo la foto del gato del Mr se va a awitar… aunque el día que vea a su gato maricón lo voy a llenar de mequetrefes. Así que les dejo entonces una tira de Pacasso que tiene que ver con gatos para complementar.

Para ver esta tira en tamaño decente, aquí
Para leer más tiras de Pacasso, aquí.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nina... Mi-Nina... Minina... si lo analizas, tiene cierta lógica... un perro se podría llamar Nino... Ca-Nino... Mi-Ca... ah, no... ahí ya no queda... saludos Don D... está de pelos la tira...

Estef Valentine* dijo...

Que suerte que el gato era blanco! así ya no me tendré que fletarlo...

Mejor conseguimos un perro para que se coma a los gatos ^_^

Geraldine, dijo...

yo también ando en busca del gato negro perfecto....

Típico Hombre de Mal Morir dijo...

Ahora si me hiciste reir con tu caso de la vida real! me has hecho el día con tu texto! inche NINA la MININA! saludos!

Dan††e: †he Vice dijo...

Estef: el punto es que el perro igual hace ruido y además no me gustan =( Mejor secuestramos al gato y lo atormentas como mejor te parezca. Ademas igual y cuando eso vuelva a pasar ni siquiera nos despierta >:>


Pacasso: Precisamente, me parece que es poco imaginativo. Ademas de que me hace recordar una rola de Daniela Romo y al final yo no les pido la luna, solo que amarren a su pinche gato.

Geraldine: He encontrado algunos, pero no me gustan sus ojos.

THMM: Esa era la intención, porque te lo juro que de recién que sucedió no me hizo la más mínima gracia.

Sátiro dijo...

De hecho la prosa va re bien con la tonadita pero en pocho: ... eran unos nacos, del departamento five...