Capítulo 5.- La otra cara del Sol
Transcurrieron 3 días y 3 noches en las que Lon Gonman permaneció completamente dormido, como en un coma profundo y lejano, en horizontes millas más allá del domo Meior. Ido a la lejanía de su propia mente, poco le importaba su morada reducida a ruinas donde apenas algunos espacios conservaban un techo en pie y algunos muebles intactos. Su cuerpo reposaba en un espacio limpio a fuerza de barrer el polvo fuera de su habitación, dejando todo lo demás en un total caos. Dicen que la casa de un hombre refleja su interior y al menos en este caso la premisa encontraba su fiel cumplimiento.
Cuando por fin pudo despertar, fue por huir de una recurrente pesadilla que lo atormentaba y que poco a poco le ocasionaba trastornos del sueño muy marcados. O al menos él atribuía las pesadillas su creciente narcolepsia que le ocasionaba pasar días enteros sin dormir y largos periodos en total inconciencia, amén de requerir cada vez de un esfuerzo mayor para distinguir el sueño de la realidad. Como siempre, tras ese horrendo sueño que le acosaba, despertaba no exaltado, sino deprimido. Se dio la vuelta y se levantó de la cama sin tomarse la molestia de hablar solo, ya que seguía considerando que era de la poca dignidad que le restaba con respecto a la salud mental. Una vez de pie, caminó hacia la cocina y tras enjuagar someramente una taza vieja se preparó un café soluble. Entre las cosas de la cocina estaba una caja vieja con una cafetera, pero Gonman jamás la había desempacado, tenía sus personales motivos para nunca preparar una jarra a pesar de lo mucho que bebía café.
Con mucho desgano se miró al espejo y observó como su habría crecido su barba durante los días de ausencia. Era la única manera que tenía de saber cuánto tiempo había transcurrido dormido. También miró como su cabello se aclaraba cada vez más e hizo una ligera mueca en desaprobación del color. Recortó su barba hasta que tuvo ese simil con una lija de ferretería y comenzó a calentar el agua para darse un baño. Parado sin fuerzas bajo el agua dejó que la humedad lo rodeara, al tiempo que cerrando los ojos renovó las visiones de su terrible sueño.
Al salir de la regadera nuevamente se recostó sobre la cama. Repetía esta misma rutina cada vez que despertaba como un ritual que religiosamente debía cuidar para poder iniciar sus actividades. Tras secarse completamente era libre para hacer lo que quisiera. No tenía nada planeado, así que solamente prendió su viejo radio, con un poco de suerte podría confirmar cuántos días había pasado inconsciente. Mientras sonaba la música, tomó un viejo libro de Mitología que había encontrado en aquella casa que otrora fuese una gran mansión. Leía una y otra vez la Historia de Prometeo, como si fuese un manual o una profecía que debiese concretar. Sin embargo, ésta vez no podía concentrarse, así que decidió tomar un cambio de ropa, que era toda en sí muy similar y salió a buscar comida.
Tomó su motocicleta y tras dar una vuelta por las ruinas del jardín y el pórtico, pasó agitando el letrero que colgaba bajo el buzón en el que se podía leer “Pain”. Segundos después, una luz cálida alumbraría ese letrero como una pequeña mira láser y en un instante el letrero sería desprendido con brutalidad por un disparo. A lo lejos el potente motor de una motocicleta enmudece conforme aumenta la distancia.
Transcurrieron 3 días y 3 noches en las que Lon Gonman permaneció completamente dormido, como en un coma profundo y lejano, en horizontes millas más allá del domo Meior. Ido a la lejanía de su propia mente, poco le importaba su morada reducida a ruinas donde apenas algunos espacios conservaban un techo en pie y algunos muebles intactos. Su cuerpo reposaba en un espacio limpio a fuerza de barrer el polvo fuera de su habitación, dejando todo lo demás en un total caos. Dicen que la casa de un hombre refleja su interior y al menos en este caso la premisa encontraba su fiel cumplimiento.
Cuando por fin pudo despertar, fue por huir de una recurrente pesadilla que lo atormentaba y que poco a poco le ocasionaba trastornos del sueño muy marcados. O al menos él atribuía las pesadillas su creciente narcolepsia que le ocasionaba pasar días enteros sin dormir y largos periodos en total inconciencia, amén de requerir cada vez de un esfuerzo mayor para distinguir el sueño de la realidad. Como siempre, tras ese horrendo sueño que le acosaba, despertaba no exaltado, sino deprimido. Se dio la vuelta y se levantó de la cama sin tomarse la molestia de hablar solo, ya que seguía considerando que era de la poca dignidad que le restaba con respecto a la salud mental. Una vez de pie, caminó hacia la cocina y tras enjuagar someramente una taza vieja se preparó un café soluble. Entre las cosas de la cocina estaba una caja vieja con una cafetera, pero Gonman jamás la había desempacado, tenía sus personales motivos para nunca preparar una jarra a pesar de lo mucho que bebía café.
Con mucho desgano se miró al espejo y observó como su habría crecido su barba durante los días de ausencia. Era la única manera que tenía de saber cuánto tiempo había transcurrido dormido. También miró como su cabello se aclaraba cada vez más e hizo una ligera mueca en desaprobación del color. Recortó su barba hasta que tuvo ese simil con una lija de ferretería y comenzó a calentar el agua para darse un baño. Parado sin fuerzas bajo el agua dejó que la humedad lo rodeara, al tiempo que cerrando los ojos renovó las visiones de su terrible sueño.
Al salir de la regadera nuevamente se recostó sobre la cama. Repetía esta misma rutina cada vez que despertaba como un ritual que religiosamente debía cuidar para poder iniciar sus actividades. Tras secarse completamente era libre para hacer lo que quisiera. No tenía nada planeado, así que solamente prendió su viejo radio, con un poco de suerte podría confirmar cuántos días había pasado inconsciente. Mientras sonaba la música, tomó un viejo libro de Mitología que había encontrado en aquella casa que otrora fuese una gran mansión. Leía una y otra vez la Historia de Prometeo, como si fuese un manual o una profecía que debiese concretar. Sin embargo, ésta vez no podía concentrarse, así que decidió tomar un cambio de ropa, que era toda en sí muy similar y salió a buscar comida.
Tomó su motocicleta y tras dar una vuelta por las ruinas del jardín y el pórtico, pasó agitando el letrero que colgaba bajo el buzón en el que se podía leer “Pain”. Segundos después, una luz cálida alumbraría ese letrero como una pequeña mira láser y en un instante el letrero sería desprendido con brutalidad por un disparo. A lo lejos el potente motor de una motocicleta enmudece conforme aumenta la distancia.
2 comentarios:
usted un narrador donde el lector construye los claroscuros a partir de su pintura...
A ruth, a shout a fucking brouth...
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